Grup de lectura del MACBA coordinat per Joan M. Gual sobre les múltiples cares del Barri Xino, ara Raval.
La informació sobre el contingut, ponents, dates i inscripcions, aquí: Del Xino al Raval
El cabaret més conegut i reconegut a Barcelona i l’estranger va ser La Criolla del C/Cid, 10. Durant la Guerra Civil, el 24 de setembre de 1938, una bomba el destruí completament .


El sindicalista Adolfo Bueso ens deixa el seu testimoni sobre la rivalitat entre els cabarets La Criolla i Cal Sagristà:
La Criolla y Casa Sacristán. Los dos rivalizaban en espectáculos más o menos atrevidos, pero, sobre todo, como centros especializados en homosexualismo. Por aquellos años del principio de la República, dos «maricones artistas» se disputaban la clientela, uno en cada local. En La Criolla era el ya viejo transformista Bertini, que en sus buenos tiempos llegó a hacer dudar a la gente que no sabía, seguramente, si era hembra o macho. Entonces, ya con sus cuarenta años, todavía podía defenderse, sobre todo porque tenía las tablas de la veteranía. Enfrente, en Casa Sacristán, la estrella era Mirco, lleno de juventud, luciendo un vestuario deslumbrante, femenino, claro es, y que malas lenguas afirmaban que era pagado por un fabricante conocido que, harto del amor fácil, había derivado hacia el homosexualismo.
En La Criolla, además de Bertini, actuaban algunas artistas, auténticamente femeninas, y un par de hombres, más o menos sarasas, pero sin declararlo, pues Bertini quería tener la exclusiva del género. En cambio, en el otro establecimiento no eran admitidos, en tanto que artistas, más que los maricones «probados». Podía afirmarse que aquél era el templo o el paraíso de los invertidos. Actuaban todos vestidos ligeramente como hembras y con repertorio femenino. Y el público estaba compuesto, en gran parte, por maricones y «mariconas», como apelaban por allí a las lesbianas que por entonces empezaban a abundar. Afeminados y tortilleras se comprendían admirablemente. Lo que allí no tenía cabida eran los hombres que gustaban de las mujeres, o las mujeres que gustaban de los hombres.
Mientras que a La Criolla acudía un público popular, compuesto por trabajadores y clase media, con las naturales incursiones de extranjeros, Casa Sacristán era casi exclusivamente un feudo de seudo intelectuales, bohemios y la parte del sindicalismo que se tiene por ilustrado, y que disculpaban su presencia afirmando que «estudiaban los defectos burgueses». Pero el setenta por ciento de los asiduos eran incuestionablemente invertidos, más o menos declarados. Y la presencia allí de gente conocida en la ciudad, en los medios políticos, industriales, literarios y artísticos, alternando fraternalmente con los maricones declarados, era objeto de curiosa observación para nuestro pequeño grupo, que, por otra parte, no paraba mucho allí, para no correr el riesgo de «ser confundidos».
En Bueso, Adolfo, Recuerdos de un cenetista, II. De la Segunda República al final de la guerra civil, Ariel, Barcelona, 1978.

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