Carmen Amaya llegó a Nueva York el 9 de diciembre de 1940 y en pocas semanas pasó de actuar en un modesto cabaret como el Beachcomber a ser contratada por el mánager de estrellas Sol Hurok para bailar en las mejores salas de concierto de todo Estados Unidos. Debutó en el Beachcomber el 17 de enero de 1941, en febrero actuó en un espectáculo benéfico para las corresponsales femeninas en la guerra (delante de Eleonor Roosevelt), grabó el corto documental Original Gypsy Dances, en marzo Gyon Mili le hizo un magnífico reportaje fotográfico para la revista LIFE que llegó a exponerse en el MOMA (en enero de 1942) y en junio grabó junto a su familia en la discográfica DECCA los dos volúmenes de Flamencan Song and Dances I y II . Junto a toda esta actividad, los grandes almacenes Arnold Constable de la Quinta Avenida organizaron un desfile veraniego el 14 de mayo en el que se pudieron ver algunos vestidos de noche inspirados en Carmen Amaya. “Inspiration” se llamaba uno de ellos.

Su influencia en el mundo de la moda y el diseño ha tenido cierta repercusión posterior.
Aquí unos pocos ejemplos:
La marca de ropa Loewe lanzó en 2013 una versión de su bolso modelo flamenco y lo bautizaron como bolso “Amaya” por el módico precio de 1650 eurazos.

En mayo de 2018, Nuria de Oliveira propuso una colección de trajes de novia inspirados en ella.

A mí, la novia encima de la mesa me recuerda a Carmencita Amaya bailando en los tablaos de Barcelona como la Taurina o bailando por soleá en La Hija de Juan Simón…
Podemos seguir nuestro atrezzo amayil con unos zapatos de la marca portuguesa Josefinas, que parecen de muy buena factura y calidad. Hay zapato plano y botines. Por la friolera de 275 euros en 2019.

Si no os convencen ni el bolso, ni el traje, ni los zapatos, nos podemos hacer un brindis con Manzanilla “Carmen Amaya”. Solo la he visto comercializada en Buenos Aires.

Y, si hiciera falta, un buen trago del cóctel “Carmen Amaya”, a saber: unas hojitas de albahaca, un poco de jerez o amontillado, un poco de bourbon de centeno, zumo de limón, cointreau, y una gota de naranja amarga; todo bien agitado, servido en vaso helado decorado con la hoja de albahaca o un twist de naranja.

Tiene buena pinta:

Como última curiosidad, por ahora, he encontrado una empresa que comercializa desde diciembre de 2018 una maceta inspirada en Carmen Amaya. Lo que no desentona tampoco es el precio, 295 euros la de terracotta y 315 la de arcilla blanca. OMG. Monas son.
