Nadie discute que uno de los factores que convirtieron a Carmen Amaya en una estrella del baile fuera de nuestras fronteras y, especialmente, en los Estados Unidos fue su atuendo masculino, bailando en hombre con una velocidad y una pasión nunca vistas.

Pero de ahí a decir que fue la primera mujer flamenca en bailar en hombre media un gran desconocimiento de la historia del baile femenino.
De entre las bailaoras más «antiguas», ya Fernando el de Triana en su libro Arte y artistas flamencos de 1934 lo tenía claro: «la primera y la más eminente bailaora: La Cuenca» y «su competidora», Salud, la Hija del Ciego.
Los investigadores que más han aportado sobre la vida de La Cuenca (Málaga, 1857 – La Habana, Cuba, 1890) son Manuel Bohórquez y, sobre todo (y de tantas otras historias flamencas), José Luis Ortiz Nuevo.
De entre las muchas que actuaron por Barcelona a principios de siglo XX vestidas en hombre tenemos a «la soberana del baile flamenco», Encarnación Hurtado «La Malagueñita», «auténtica creadora de farrucas, marianas, tangos y garrotines»:
La Malagueñita en el cabaret La Buena Sombra, en 1914:
Rafaela Valverde, en sus años mozos, conocida como La Tanguerita y actuando en el Arnau y el Poliorama de Barcelona, antes de formar parte del cuadro flamenco de los Borrull:
O, para acabar, en el Teatro Circo Barcelonés, La Valerito, con su «gran repertorio flamenco», en 1914:
Todas estas artistas de variedades, bailarinas o bailaoras, actuaban vestidas en hombre y se hacían sus zapateados.
Pero, claro, Carmen Amaya ha sido quien los ha llevado y bailado mejor (entre muchas otras cosas), no hay duda. Aquí adjunto la portada de la revista inglesa Dance and Dancers de mayo de 1952:
